VALLE DE BENASQUE (PIRINEO ARAGONÉS) (7 etapas)

 

 

Rimas de la estancia en Benasque

por: Ángel Marín

 

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Este año salieron de Valencia

veintitrés veteranos montañeros

que, ante todo, se sienten compañeros

 y con ganas de una gran experiencia.

 

Sale el grupo. Lleva tres furgonetas,

bien cargadas, con todas provisiones

-como moros que van de vacaciones-

desde vino, tiritas o galletas.

 

Hemos vuelto de nuevo al Pirineo.

(¡Hay que ver el Simón que bien lo apaña

al traernos de nuevo a estas montañas

como inicio de un feliz veraneo!)

 

¡Benasque: nos ha encantado tu valle!

Tus montañas y sus verdes praderas;

con la nieve, que cubre las laderas

de tus picos mas altos: ¡un detalle!

 

Tus arroyos, tus ríos y cascadas,

que descienden cantando hacia los valles

marcarán unos días como calles

los senderos de estas cortas jornadas.

 

El primer paseo: fácil… ¡y una caña!:

¡Sólo hay que subir a la Renclusa!

(La meta que Simón puso de escusa

para dormir el grupo en la montaña).

 

¡Que experiencia -dormir en un refugio-

nos deparó Simón aquella noche!

El cachondeo y risas fueron broche

y no, como alguien piense, un subterfugio.

 

 

 

 

 

Nos levantamos temprano

dispuestos a escalar montes.

No son Alpes, no hay remontes,

pero estamos todos sanos.

 

El destino era el Paderna,

y hacia allá nos dirigimos,

mas pronto nos sumergimos

en la niebla, en la caverna.

 

Comienza a caer la lluvia,

centellas, rayos y truenos;

no hay capas, ni chuvasqueros

nada que nos fuera bueno.

 

Ante la boca del lobo

-ya todos acojonados-

el guía dice: ¡volvemos!

y todos nos alegramos.

 

A la Renclusa volvemos,

contentos, pero mojados;

y como el sol ya ha salido

hasta vamos relajados.

 

Cargaditos como burros

a Aiguallut vamos ahora

con todos nuestros enseres

y llenas las cantimploras.

 

Mientras bajamos al valle

y el sol nos seca las botas,

¡mira por donde encontramos

unas rechonchas marmotas!

 

Entre montes bien floridos,

hasta de orquídeas y lirios,

llegamos a verdes prados

a descansar: ¡un delirio!

 

No pareció tan bonito

al amigo Nicolás,

que bajando se dio un golpe

y dijo: ¡no quiero más!

 

Divisamos el Aneto

desde el fondo de aquel valle

y todos nos retratamos

como recuerdo y detalle.

 

Siguiendo el curso del río

hasta el Foau  llegaremos:

y al ver que desaparece…

nosotros almorzaremos.

 

Simón propone ir andando,

pues muchos ya están repuestos;

quine con él se bajaron

y el bus cargó con el resto.

 

Los del bus al llegar pronto

se tumbaron al sol todos,

asaltaron las neveras

y empinaron bien los codos.

 

Tras asearnos nos fuimos

de visita cultural

y a tomar cerveza fresca

que es parte del ritual.

 

El hostal… ¡de maravilla!,

sobre todo el restaurant,

pues nos dieron cada cena

que no se puede olvidar.

 

 

 

 

 

El programa que hoy tenemos

ninguno lo olvidaremos;

se ha quedado en la retina

como una excursión de ensueño.

 

Por el camino de Estós,

entre bosques muy tupidos

y una flora muy variada,

hoy vamos entretenidos.

 

Las aguas bajan muy bravas,

saltando de roca en roca,

vestidas de blanca espuma

por la fuerza con que chocan.

 

En el chorro de una fuente

llenamos las cantimploras

de agua fresca y cristalina

que ha de durar varias horas.

 

Tras subir mas de cien veces

en zigzag y cuestas arriba,

llegó al fin a Batisielles

nuestra activa comitiva.

 

Rodeado hasta de orquídeas

el ibón es tan bonico

que sus aguas son espejo

donde se miran los picos.

 

Aguerridos senderistas

pasarán  Escarpinosa,

llegarán a la cascada

(Podrían con cualquier cosa).

 

Pero el tiempo no perdona

y, aunque estemos admirados,

comienza a caer la lluvia;

pronto estaremos chopados.

 

Con bastante frío algunos;

todos mojaos y sudados,

hemos de reponer fuerzas

pues estamos  desmayados.

  

Chorizo, jamón y queso,

regados con un buen vino

nos calentarán el cuerpo

para seguir el camino.

 

Es de vuelta y cuesta abajo

(ya no queremos al burro);

somos un tanto masocas

y nos agrada este curro.

 

(Aunque tenemos un “Curro”

que es la monda, va a su paso,

marcha por donde le rota

y ni al guía le hace caso)

 

Tras ducharnos en Benasque

y descansar un poquito

vamos de turismo a Ancies

pueblo antiguo y muy bonito.

 

Para acabar bien la tarde

nos sentamos en un bar

a tomar cerveza fresca

que nadie va a perdonar.

 

 

 

 

 

Nos ha salido buen día.

Ya estamos todos en forma,

dispuestos a hacer las cumbres

que el programa de hoy informa.

 

Cogemos las fragonetas

y  cuesta arriba enfilamos,

dejando atrás a Cerler

por el que pronto pasamos.

 

Rondando ya dos mil metros,

en la zona del Ampríu,

cogemos agüita fresca

a la verita de un río.

 

Comienza la travesía

como el juego de la oca,

detrás de un pico otro pico

y luego otro, “porque toca”

 

Primero el pico Royero,

el Collado de Ardonés,

luego Pico Estiba Freda

y baja y sube otra vez.

 

Tanto subir y bajar,

a la gente va cansando;

como la tripa de Jorge,

el grupo se va estirando.

 

Menos mal que para todos

llegó la hora de almorzar,

beber, reponer las fuerzas

y podernos agrupar.

 

Joan el guía nos enseña

los valles, montes y cimas

frente a los montes malditos

y el Aneto por encima.

 

Estamos como embobados

ante esta naturaleza

que muestra por todas partes

su incomparable belleza.

 

“Vamos…(nos dice Simón)

que debemos de seguir

y el pico de Castañeda

lo tenemos que subir”

 

Y claro que lo subimos,

como un reguero de hormigas,

casi con la lengua fuera

tras sufrir muchas fatigas.

 

Comidos y recompuestos,

solo nos queda bajar;

cosa que parece a todos

“como coser y cantar”.

 

Hasta el Valle de Ardonés,

donde están están las furgonetas

bajamos tranquilamente

y… aquí acaba la historieta.

 

 

 

 

 

Al mirar por la ventana

esta imprevista mañana

nos llenamos de alegría:

¡El tiempo nos acompaña!

 

Con los termos de café

y dos botas de buen vino

nos sentimos bien dispuesto

salimos hoy del hostal

con ganas de hacer camino.

 

Hay un cierto nerviosismo

frente a un reto: hoy queremos

coronar el Salvaguarda

aunque algún “cague” tenemos.

 

Tanto es así que un “buen tipo”

aun antes de ver peligro

le dijo al que iba delante:

“lo siento pero yo emigro”

 

El viento hizo que a Simón

el GPS le volase;

y no lo habría encontrado

si Joan no lo rescatase.

 

A pesar del fuerte viento,

que es el peor enemigo,

el resto (que eran dieciocho)

se dijeron: “pues yo, sigo”.

 

Y siguieron hasta el Pico;

y… hasta se calmó el viento;

y el panorama que vieron

dejó a todos sin aliento.

 

Excelente mirador:

Francia y sus lagos a un lado;

al otro la Maladeta

y el Aneto muy nevado.

  

Tras descender al collado

y abrigadillos del viento

llegó la hora del almuerzo

y hasta del divertimento.

 

En este almuerzo de altura

no faltan café y licores

que con el viento y buen sol

sacó a todos los colores.

 

Algunos piden la bota

que hoy está más que escurrida

(Habrá que llevarse tres

En las próximas salidas).

 

Haciendo zig-zags bajamos

del puerto de la Picada

por senda y verdes  praderas

con sus vacas “tan saladas”.

 

Los Llanos del Hospital

son final de la aventura

y  un recuerdo muy feliz

que en nuestra memoria dura.

 

 

 

 

  

Ya estamos en plena forma,

porque ninguno “regruñe”;

lo que promete un buen día

por el valle de Remuñe.

 

Cruzamos hermosos bosques

pero e medida que subes

hacen acto de presencia

negras y temibles nubes.

 

Y por si faltara poco

de nuevo el viento aparece

que con nubarrones negros

boca del lobo parece.

 

Pero no nos amilana

su aspecto amenazador

y seguimos adelante

como el Cid Campeador.

 

Avanzamos por el valle,

rugiendo sus aguas bravas.

Nos miran sus altos picos

como si fuéramos cabras.

 

Y así es como conquistamos

de Remuñe sus ibones,

pues tenemos muy bien puestos…

en las botas los cordones.

 

De regreso sorteamos

una cascada imprevista

que intenta mojar a todos

aunque era hermosa a la vista.

 

Richard no se lo pensó,

la cruzó como un caballo

chapoteando las aguas

como en mar un rodaballo.

  

Mas, de pronto, sale el sol

cruzando un lindo paraje

y decidimos tomar

la pradera al abordaje.

 

Sacamos nuestros manjares

dispuestos a disfrutar;

y nuestras caras anuncian

preludio de un buen yantar.

 

Vuelan de nuevo las botas

hasta quedar agotadas;

caen el café y el orujo

de esta azarosa jornada.

 

Nos rodea un riachuelo,

el sol a nadie molesta;

es más,  nos seca y calienta

e invita a dormir la siesta.

 

Llegando a las furgonetas

todos corren de cabeza

para conseguir al menos

alguna rubia cerveza.

 

 

 

 

 

 

Hoy es la ruta mas dura

pero salimos en taxi

cruzando por Vallivierna

hasta la Cabaña casi.

 

Comenzamos entre pinos,

más sin dejar de subir

hasta el ibonet Coronas

que nos sale a recibir.

 

Se enteró que pretendemos

subir hasta el Aragüells

y piensa: “Són valencians

i portarán saragüells”

 

Al llegar nos refundimos.

(Una hora y trescientos metros).

Tras fatigosa subida

hemos de tomar aliento.

 

Y sin dejar de subir

hasta el ibón, aún pequeño,

hemos de reponer fuerzas

(¡No morir en el empeño!)

 

El pico hacia el que subimos

parece que está cercano

pero cuanto más andamos

se nos hace más lejano.

 

Aparecen los “pedroles”

que habremos de superar.

No son piedras, que son moles

que te impiden caminar.

 

“¿Qué tal vais?”, pregunta el guía.

La callada es la respuesta.

Aunque parece un calvario

Hemos de subir la cuesta.

 

Trepamos como podemos.

No somos escaladores

pero tenemos un reto.

¡Cumpliremos, por bemoles!

  

Por fin, tras muchos esfuerzos,

coronaremos la cumbre:

¡Hemos llegado a la meta!

(Se acabó la pesadumbre)

 

¡Que alegría, que jolgorio,

arriba de la montaña!

¡Han llegado los dieciocho!

(Las doce de la mañana).

 

Todos nos felicitamos.

¡Tres mil metros superados!

(Y eso que la mayoría

estamos ya jubilados…)

 

Hora es ya de disfrutar

de tan fantásticas vistas:

La Maladeta, el Aneto:

nieve, hielo y sus aristas.

 

El Coronas y el Cregüeña

están bajo nuestros pies

¡Dios nos libre en la bajada

de que demos un traspiés!

 

Iniciamos la bajada

en fila, detrás del guía,

para que nadie se atrase

o se pierda en este día.

 

Mira por dónde “un Vicente”

tuvo el pobre que pararse;

se quedó tras de una roca,

pues tenía que aliviarse.

 

Cuando levantó la vista

y no vio a nadie del grupo,

tomó “las de Villadiego”

por dónde él mejor supo.

 

Le llamamos un buen rato,

creyéndolo aún cercano,

pero apareció allá lejos

agitando bien las manos.

 

El Gran Ibón de Coronas

será el mejor panorama

que eligió para comer

Simón en esta mañana.

 

Sin tiempo de descansar

hasta el Ibonet bajamos;

mas. como nos sobra tiempo,

en la hierva nos tumbamos.

 

Mientras todos se relajan,

cansados pero contentos,

un servidor se retira

como en los mejores cuentos.

 

Aquí acaban estos versos,

con colorín, colorado,

caminito de Benasque.

Espero que hayan gustado.

 

Ángel Marín

 

Publicada el 25/10/2011. Visitas 2377 . Espero que te gusten